Cicloturismo por el Camino Real cordobés, andando la historia

Por Cristian Jesús Brovelli, Especial.-

La siesta azul y soleada de Colonia Caroya invita a dar una vuelta en bici por la larga y arbolada Avenida San Martín, cubierta por su inmenso túnel de plátanos.

Partimos en dirección oeste hacia las puertas de la Estancia Jesuítica de Caroya, justo al comienzo de la Ruta E66 que sale hacia Ascochinga.

La antigua Casona -Patrimonio de la Humanidad por la Unesco- que desde 1616 cobijó durante más de un siglo y medio a los jesuitas y en 1878 fue el hotel de los inmigrantes friulanos fundadores de la Colonia, ofrece el primer alto en el camino para contemplar este tesoro del norte cordobés.

Sentados en el patio de ingreso, la vista ofrece contemplar la antigua capilla, una puerta de rejas que da al patio central donde luce un antiguo aljibe y las altas torres de vigilancia, que en tiempos de la Independencia servían para custodiar la primera fábrica de armas blancas.

Un cartel a la salida invita, a 3 kilómetros, al siguiente hito del Camino Real: el Museo Jesuítico Nacional – Estancia de Jesús María. Son treinta cuadras que atraviesan Jesús María y bordean el Río Guanusacate.

El bello parque, muy cuidado y ornamentado, con su lago artificial es el punto de la segunda panorámica: la iglesia, el cementerio y la residencia de los Jesuitas flanqueadas por un inmenso muro de piedra y cal conforman una vista fabulosa que recrea en la imaginación escenas de aquellos tiempos. Del lado norte, la antigua bodega y la galería de los lagares recuerdan que fue en este lugar de Córdoba donde se elaboró el primer vino americano servido en la mesa del Rey de España, el Lagrimilla de Oro.

La calle empedrada del antiguo Camino Real que rodea la Estancia y los 5 kilómetros que indica el cartel hasta la Posta de Sinsacate, son un llamador a seguir pedaleando. Desde la vista de la antigua espadaña y cúpula de la iglesia de Jesús María, un remozado camino, en parte empedrado y otras bien consolidado, con bellas farolas, continúa como circuito de este cicloturismo espontáneo. En pocos minutos, recibe la fachada de una antigua capilla con una extensa galería blanca de puertas esbeltas y antiguas. Es un sitio ideal para el safari fotográfico. Un guía de Turismo relata en modo cautivante a un grupo de visitantes acerca de los tiempos en que esta posta del Camino al Alto Perú sirvió de correo, hospedaje, puesto para cambiar y alimentar a los animales de carga y como sala velatoria de la jornada trágica del Caudillo Facundo Quiroga, muerto unos kilómetros más al norte.

Entre el relato del guía y la señal de 9 kilómetros, ineludible seguir camino hasta Barranca Yaco.

El empedrado cambia por un buen ripio, atravesando vados y suaves ondulaciones serranas, entre montes autóctonos y campos sembrados de maíz y soja. Pensar que por donde se desplaza la bici pasó esa carreta de Quiroga y sus verdugos preparando la emboscada entre medio del paisaje. A la llegada a Barranca Yaco, un algarrobo añoso da sombra al busto de Facundo Quiroga, el caudillo riojano, y se ubican las nueve cruces que recuerdan a los caídos el 16 de febrero de 1835.

Es momento del retorno al punto de partida, en Colonia Caroya: tres horas permitieron recorrer siglos historia y convertirnos en viajeros del Camino Real. Una experiencia recomendable para aquellos que gustan descubrir lugares al ritmo tranquilo de la bicicleta.