San Pedro Norte, historia y misterio a través del antiguo Camino Real

El pueblo norteño cordobés de 500 habitantes supo albergar a próceres como San Martín y Belgrano; resguarda la capilla más antigua de Córdoba y tumbas verticales en su cementerio que son un enigma.

(Por Patricia Veltri).- A San Pedro Norte la atraviesan un camino histórico y un enigma. El primero es el antiguo Camino Real al Alto Perú en tiempos del virreinato del Río de la Plata. El segundo, está dado por las tumbas verticales sin identificación, erguidas en el camposanto.

A 177 kilómetros al norte de la capital de Córdoba, el tiempo parece detenido entre las casonas coloniales con faroles en las fachadas y las calles de tierra por donde circulan igualmente autos y paisanos a caballo. No hay veredas o son casi un sendero que no se usa. Es común que las casas tengan en sus frentes, pequeños altares encofrados con la imagen de un santo o una virgen. Las gallinas andan sueltas y los perros también.

Abundan las referencias históricas. Es que por sus postas y estancias, pasaron ilustres y próceres como José de San Martín, Manuel Belgrano y Facundo Quiroga. San Pedro Norte se creó por decreto el 20 de octubre de 1864 siguiendo el trazado español de una plaza central, con manzanas regulares donde se distribuyen las casas señoriales y la iglesia Nuestra Señora de la Merced que domina, sin ostentación arquitectónica pero imponente.

Antes de la creación como poblado, las tierras pertenecieron a Pedro Luis de Cabrera, hijo del fundador de Córdoba, otorgadas como merced en 1602 y luego derivaron en las estancias San Pedro, Santa Rosa, Santa Clara y San Luis. En el casco de San Pedro Viejo, se levanta la capilla más antigua de Córdoba, construida en 1689.

«Todo ese bagaje histórico, la tranquilidad, el silencio, la seguridad y la frescura del balneario municipal que rodea al río Los Tártagos, nos convierte en un destino atractivo de turismo rural», destaca el joven intendente Luciano Garay, a quien todos llaman por su apodo Bartolo. La encargada de Turismo municipal, Fernanda Bravo, hace hincapié: «Pero sobre todo nos eligen por la tranquilidad, la posibilidad de andar relajados, en contacto con la naturaleza y el tiempo para la contemplación».

Una vez al año, la vida apacible y silenciosa del pueblo de 500 habitantes, se ve alterada. Es cuando se celebra el Festival de Fútbol con participantes que llegan de todas partes para disputar los torneos de distintas categorías, divididas por edades, masculinos y femeninos. Durante dos días, también hay shows musicales en la plaza.

La Hostería Municipal es el sitio de alojamiento apropiado en cualquier momento del año. Rodeada de un parquizado impecable con lavandas y flores, está gestionada por un grupo de mujeres y ello se nota, sobre todo, a la hora del desayuno donde se despliega la mesa con tortas fritas y panes caseros, budines, dulces de frutales de la zona y hasta dulce de leche casero.

El pueblo puede recorrerse a pie. Desde la plaza central, pasando por el balneario, entre calles arboladas, andando por el trazado del antiguo Camino Real, se llega al cementerio a campo abierto. Cercado por una pirca de piedra, se ingresa por un pórtico sin inscripciones coronado por una cruz de hierro. A pocos metros, entre sepulturas en tierra y mausoleos añosos, se levanta una tumba vertical que encierra misterios: ¿contiene uno o tres féretros verticales? ¿a quién o quiénes corresponden los restos? ¿desde que año data la sepultura? ¿por qué la posición? No existe documentación ni testimonios orales. La intriga traspasó las fronteras y atrajo investigadores extranjeros que se fueron como llegaron. Apenas hay algunos datos y suposiciones: la tumba está levemente en diagonal, orientada al Este; tiene un relieve geométrico que podría ser musulmán. Hasta ahora nadie se animó a hurgar en su interior, tal vez por temor a profanar la paz eterna de ánimas.

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