Córdoba

Camino de las Estancias Jesuíticas: un legado de 400 años para visitar en Córdoba

Desde la capital a las sierras, conforman un Patrimonio Mundial abierto al turismo como una invitación a vivir la historia.

El legado jesuítico es una parte importante de la identidad de Córdoba. Ese testimonio histórico y cultural está representado en el conjunto de estancias que conforman el Patrimonio de la Humanidad declarado por Unesco en el año 2000.

Abarca la Manzana Jesuítica en la ciudad capital; y las estancias de Caroya, Jesús María,  La Candelaria, Alta Gracia y Santa Catalina. Reúnen más de 400 años de historia del país.

Manzana Jesuítica

Es un conjunto edilicio que comprende la Iglesia de la Compañía, la Capilla Doméstica y la Residencia de los padres; y el antiguo Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba (antes Colegio Máximo de la Compañía).

En 1599 la Compañía de Jesús se asentó en la ciudad de Córdoba, en este espacio que hoy es conocido como la Manzana Jesuítica.

Allí se construyó la principal Iglesia de la Compañía, el Colegio Máximo y el Convictorio, a partir de los cuales se comenzaría a desarrollar la labor espiritual y, sobre todo, educativa, dando origen a la Universidad Nacional de Córdoba y al Colegio Nacional de Monserrat.

Desde entonces y hasta 1767, cuando se produce su expulsión por Real Cédula de Carlos III de España, la Compañía de Jesús estableció un sistema espiritual-cultural, productivo y espacial único en la América Hispana, que dejó profundas huellas en el posterior desarrollo cultural, económico y territorial de la provincia.

Para llevar adelante su misión, los jesuitas necesitaban generar sus propios recursos. Entre los siglos XVII y XVIII, encontraron el modo de conseguirlo mediante la adquisición y construcción de establecimientos agro- ganaderos en el interior del territorio Provincial. Las propiedades se convertirían en las estancias que hoy forman el Patrimonio Mundial.

Fueron seis emplazadas en la zona serrana: Caroya (1616), Jesús María (1618), Santa Catalina (1622), Alta Gracia (1643), La Candelaria (1683) y San Ignacio (1725, -de la que sólo quedan ruinas y UNESCO no la incluyó en el conjunto patrimonial-), conformaron la unidad de trabajo que, a través de la cría de ganado, la labor en la huerta, el cultivo de cereales, y otras tantas actividades secundarias, supieron procurar el sustento económico de cada una y a su vez de la misión de la orden religiosa.

Conforman el Camino de las Estancias y son un atractivo turístico que permite sumergirse en los modos de vida remotos y comprender la historia en su dimensión.

Estancia de Caroya

La estancia de Caroya, ubicada a 44 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba por RN 9, fue el primer establecimiento rural productivo organizado por la Compañía en 1616. Fue adquirida por el presbítero Ignacio Duarte Quirós, fundador del Colegio Convictorio de Monserrat, quien la donó para sostener económicamente a la orden religiosa y para que sirviera de residencia de vacaciones a internos que venían de distancias remotas como Buenos Aires o Tucumán. Entre 1814 y 1816 fue sede de la primera fábrica de armas blancas durante las guerras de independencia nacional. En 1854 pasó a ser propiedad del Estado Nacional, y ahí se alojaron en 1878 los primeros inmigrantes italianos de la región del friuli que darían origen a la localidad Colonia Caroya.

Actualmente la estancia conserva el casco de diseño colonial alrededor de un patio central y es Monumento Histórico Nacional y Provincial.

Estancia de Jesús María

La Estancia de Jesús María fue el segundo núcleo productivo del sistema organizado por la Compañía de Jesús. Se construyó a partir de 1618. Esta estancia se caracterizó por su producción vitivinícola, que alcanzó un alto grado de desarrollo y calidad que aún distingue a la región cordobesa.

Allí se producía el vino lagrimilla o de misa que los jesuitas enviaron al rey de España.

En esta estancia llegaron a trabajar unos 300 negros esclavos. En la actualidad se los recuerda por su nombre, edad y precio en anotaciones en los peldaños de la escalera del patio central y paredes.

Esta construcción se caracteriza por la elegante espadaña de piedra ubicada junto a la sacristía.

La residencia se organiza sobre la base de un claustro en dos niveles, conserva los toneles y demás herramientas que se usaban para la elaboración de vino y los ambientes dedicados a la bodega.

Todo el conjunto fue declarado Monumento Histórico Nacional y es sede del Museo Jesuítico Nacional.

Estancia de Alta Gracia

La Estancia de Alta Gracia fue organizada por los jesuitas a partir de 1643 y es la única que queda en plena ciudad. Es que la urbanización, justamente, se desarrolló a partir del casco de la estancia y su tajamar.

Queda a 38 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Es de una singular belleza arquitectónica que integra la iglesia de líneas barroca italiana, la residencia construida sobre una planta en L, donde funciona el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers desde 1977. En su interior se resguarda una importante colección de objetos provenientes de los siglos XVII, XVIII y XIX, así como exposiciones temporarias y un nutrido programa anual de actividades culturales (conciertos, conferencias, cursos).

El patio principal conduce a una escalinata central muy elegante, un patio de trabajo, el obraje, el tajamar (construido para riego y como reservorio de agua), las ruinas del molino y el antiguo horno en el primer paredón del sistema de acequias.

Las visitas guiadas recorren las salas ambientada con su mobiliario, cuadros y adornos; se narran las distintas formas en las que se habitó la estancia, desde los jesuitas, los trabajadores africanos esclavizados, las mujeres y el virrey Liniers que la habitó como solar familiar.

Estancia La Candelaria

En plena área serrana, la estancia de La Candelaria resalta en una planicie de altura ondulada llamada Pampa de San Luis. Este tesoro arquitectónico, se ubica al norte de las Sierras Grandes, en el departamento Cruz del Eje, a 150 kilómetros de la ciudad de Córdoba.

Fue organizada por la Compañía de Jesús a partir de 1683 como establecimiento rural ganadero. Tenía una extensión de 300.000 hectáreas, donde se criaban mulas que destinaban al negocio de bienes con el Alto Perú.

Inmersa en un entorno natural casi inalterado, comprende la capilla y la residencia del padre estanciero. Además, se pueden observar las ruinas de la ranchería (habitaciones destinadas a los esclavos), el obraje, los corrales y los vestigios del sistema hidráulico (tajamar, acequias y molino).

En la iglesia se encuentra la imagen tallada en madera de la Virgen de las Candelas. Cada 2 de febrero se celebra a la Virgen, con misa, peregrinaciones y desfiles gauchos.

Se accede por la RN 38 hasta Villa de Soto, luego por la RP 15 hasta la localidad de La Higuera y desde allí, 54 kilómetros por un camino de tierra.

El proyecto “Revalorización del Patrimonio Cultural Jesuítico a través del Modelado y Escaneado 3D de la Estancia de La Candelaria” permite hacer una visita virtual. La experiencia 3D fue posible gracias a la Universidad Provincial de Córdoba en un proyecto piloto colaborativo del Centro de Competencia de Córdoba en Patrimonio Cultural y Nuevas Tecnologías.

Estancia Santa Catalina

Camino a Ascochinga, aparece la estancia Santa Catalina, cuya organización fue iniciada por los jesuitas en 1622. Es la única del conjunto que permanece en manos privadas. Aún así, por su estatus patrimonial, una pequeña parte está abierta a los turistas. Mediante el abono de una entrada se puede ingresar a la iglesia.

Junto a la iglesia se encuentran el pequeño cementerio cercado por un portal de hierro que permanece cerrado al público y lo mismo la residencia con sus tres patios y huerta.

En lo que fue la ranchería se habilitó un restaurante rural.

Se accede desde la RN 9 hasta Jesús María. Desde allí, en dirección a Ascochinga, a unos 8 km hay un desvío a mano derecha que conduce directo a Santa Catalina.

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