Semana Santa en Jujuy, con la fe hacia las alturas
(Por Rubén Monerris, Especial)
La Semana Santa en Jujuy se vive con un sincretismo en el que se conjugan la diversidad cultural que define al jujeño con creencias heredades de sus pueblos originarios y las enseñanzas dejadas por los curas jesuitas que acompañaron a los conquistadores hace más de cuatro siglos.
Las bandas de sikuris (música y danza típica andina) y pacientes procesiones, trascienden las fronteras del tiempo para reavivar el fervor año a año en una de las manifestaciones populares más esperadas en la provincia, como es el tiempo de la Semana Santa y la Pascua.
Así es como los hombres y mujeres del clero que se entremezclan en las procesiones con los Samilantes (hombres suri, grupo de varones generalmente mayores, ataviados con plumas de un ave de la puna similar al avestruz) y las filas de las cuarteadas (un baile que se realiza en parejas, sujetando cada uno una pata oveja en media res carneada. En una parada se la tironea hasta partirla para ofrecerla a la Virgen o al santo devoto). Se realiza en hileras, frente a la imagen del santo o de la virgen, que está ubicada en un urna de madera y vidrio, y tienen tanta importancia como las hileras que forman los miles feligreses para cumplir con el sacramento de la confesión en los atrios de las centenarias capillas de la Quebrada y la Puna.
Los rituales
Los rituales resultan disparadores de sensaciones. Una de ellas es el rítmico compás de los instrumentos de las bandas de sikuris, grupos de fantásticos músicos intuitivos que encabezan cada misachico (procesión pequeña en cuanto a cantidad de fieles, que recorre las calles del pueblo, llevando a la imagen del santo que honran en una angarilla -hecha con dos maderas firmes que hacen de vigas- y la imagen del santo sobre ellas, al medio, ya sea al aire libre o en una urna), en pueblos y ciudades.
Todos los años, los senderos que se dibujan entre los cerros partiendo desde Tumbaya, o del paraje Tunalito, o de Maimará o de Tilcara, son transitados por miles de peregrinos llegados desde diferentes puntos de Jujuy y de provincias vecinas de la región, con el único objetivo de venerar a la «Mamita del Cerro», la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, en su propia capilla, a más 3.500 de altura.
Desde el jueves anterior al Domingo de Ramos, día en que la Señora es llevada al pueblo de Tumbaya, el ascenso de peregrinos de diferentes edades es constante y los destellos serpenteantes de las linternas dibujan un sendero custodiado por las laderas de los cerros y cobijado por un manto de estrellas.
Ya el Viernes Santo, el punto de encuentro es la villa veraniega de Tilcara. Es que por las calles angostas y empedradas, aparecen en escena las Ermitas, expuestas en las paradas obligadas representando cada una de las Estaciones del Vía Crucis durante la procesión del Cristo Yacente.
Las Ermitas son verdaderas obras artesanales realizadas por miembros y amigos de familias tilcareñas. Estos trabajos, que se diseñan algo más de dos meses antes, representan distintos momentos de la vida de Jesús y son confeccionados con elementos naturales como semillas, pétalos de flores, frutos secos, guijarros, arcillas, raíces y, sobre todo, con mucha paciencia y devoción.
Una celebración imperdible
Mientras tanto, el mismo día y a la misma hora pero 200 kilómetros más al norte, en el histórico pueblo de Yavi, en plena Puna, comienzan a escucharse a la distancia unos suaves cánticos, de sonar muy melancólico, que van anunciando el pronto arribo de las Doctrinas, procesiones integradas mayoritariamente por mujeres.
Estos grupos, encabezados por un maestro, en el viernes Santo, luego de descender de la cruz la imagen de Cristo y de la Dolorosa, recorren en procesión las calles del pueblo, interpretando canciones doctrinales y rezos, que se prolongarán hasta el amanecer del día siguiente.
Y así, como durante los cuatro días de Carnaval el disfrute y la algarabía son plenas, durante el tiempo de la Cuaresma el jujeño se prepara para vivir con idéntica pasión la Semana Santa y llevar su Fe hacia las alturas.