La Próspero Molina, una plaza que consagra artistas y da prestigio mundial
Desde su escenario surgió Mercedes Sosa y se afianzó hasta convertirse en la meca de folcloristas e imponer al Festival Nacional del Folklore de Cosquín como un evento de envergadura que trasciende fronteras.
(Por Patricia Veltri).-Los hospitales de montaña Colonia Santa María y Domingo Funes, dedicados exclusivamente al tratamiento de la tuberculosis, habían dado prosperidad a la localidad de Cosquín hasta principios de 1940. De todas partes llegaban a esta región de las sierras cordobesas, por lo beneficioso del clima para la enfermedad respiratoria que por entonces no tenía cura. Los enfermos permanecían internados durante temporadas y sus familiares se instalaban en casas de alquiler y hoteles aledaños; los insumos y alimentos para los hospitales eran provistos por comerciantes locales. Hasta que llegó la medicación certera: la penicilina acabó con la mortal enfermedad y también con la economía local. Para empeorar la situación, el mito popular había instalado la idea de que inhalar el aire de Cosquín «contagiaba» de pestes, al punto de que los pasajeros del tren de las Sierras se tapaban boca y nariz con pañuelos al pasar por la estación.
«Tras una década de penuria económica, por impulso del cura local Héctor María Monguillot y los médicos Santos Sarmiento y Reynaldo Wisner, junto a un grupo de ciudadanos, en 1961 surge la idea de hacer un festival popular de folclore. Se montó un escenario en la céntrica Plaza San Martín, de material y con la inscripción Aquí se hará el Festival Nacional del Folklore. En ese momento, la actual avenida San Martín era la Ruta Nacional 38 y mientras transcurría el festival, se cortaba para esquivar el escenario y al público», detalla la guía Jazmín Jáureguy, de la secretaria de Turismo de Cosquín, al comienzo de la visita que descubre la historia para los turistas de paseo por la ciudad cordobesa.
Esa primera edición contó con la participación de Jaime Dávalos, por ejemplo. El resultado superó las expectativas y eso alcanzó para ya estar pensando en una segunda edición para el año siguiente, también a fines de enero y durante nueve noches consecutivas, en alusión a la Novena de la Virgen, por decisión del sacerdote, y en alusión a la festividad religiosa más representativa de Cosquín.
«La edición de 1962 también fue un éxito de convocatoria para todo el país. Tanto, que obligaba a transitar más tiempo por el desvío en la ruta y así se empezaba a desterrar el mito de que el aire de Cosquín contagiaba enfermedades. Pero también elevó la protesta de Vialidad Nacional y hubo que buscar otra locación», relata la guía Jazmín.
A cinco cuadras de la Plaza San Martín había una plaza de carretas, propiedad del catamarqueño Próspero Molina, quien donó el predio para su remodelación y construcción, donde se levantaría el escenario al que suben los artistas consagrados ante más de 10 mil personas durante las nueve lunas coscoínas festivaleras, desde 1963.
Al cabo de una década, Cosquín impondría el boom del folclore y se convertiría en semillero de artistas de renombre como Mercedes Sosa. Desde los inicios pasaron por el festival Atahualpa Yupanqui, Ariel Ramírez, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarrosa y Hernán Figueroa Reyes, entre otros «próceres» del género musical que identificó para siempre al interior de la Argentina. Ellos tienen su espacio como homenaje en el Paseo de las Esculturas que se ubica frente a la Plaza Próspero Molina, con sus imágenes reproducidas a escala real por el artista cordobés Ricardo Pugliese.
Y si de homenajes se trataba, don Ata recibió el suyo en vida y por sorpresa: durante la edición de 1972, en presencia del artista, la comisión organizadora comunicó que desde ese momento el escenario recibía el nombre Atahualpa Yupanqui.
Aunque de las tradiciones se hace un culto, como el «Aquíiiii Cosquíiiin» de la apertura, voceado por el locutor oficial -entre otros, Julio Márbiz y el actual Claudio Juárez, desde 2016-, o las campanadas de la iglesia Nuestra Señora del Rosario como bendición y las bombas de estruendo dando inicio a las 22 horas al Festival Nacional de Folklore, suelen incorporarse novedades y aggiornamientos. Así fue la incorporación de una plataforma giratoria sobre el escenario para que concluido un show, los artistas desaparezcan al tiempo que aparecen los siguientes para actuar frente a las 12.000 personas sentadas y las 430 que caben en cada una de las tribunas. También, los integrantes el ballet estable municipal sorprenden con una performance diferente y temática cada año.
El festival tiene su himno, y un despliegue multitudinario también fuera de la plaza: peñas, fogones, carpas, comidas y artesanías conforman un mundo que rinde culto al folclore para orgullo y prestigio coscoíno, sobradamente recompensado de mitos y habladurías.