La Cumbre, para empaparse de cultura y naturaleza durante el verano en las sierras cordobesas
Por Patricia Veltri (Texto y fotos).-
La Cumbre, localidad cordobesa del Valle de Punilla ubicada a 96 kilómetros de la ciudad de Córdoba, dio por iniciada su temporada de verano 2020 con un evento que apostó a resaltar sus atractivos culturales, representados por obras de 16 artistas, expuestas en la Sala Caraffa. El evento estuvo encabezado por el intendente Rubén Ovelar y la directora de Turismo, Melina Stanich, quienes auguraron un excelente verano considerando el nivel de reservas y consultas.
Al mismo tiempo, en la calle Tassano, se ofreció a los vecinos y visitantes un show musical gratuito montado sobre un escenario y food trucks que se sucedían a lo largo de la cuadra adornada con guirnaldas de luces.
El intendente Ovelar destacó “los atractivos naturales que ofrece La Cumbre, donde los turistas encuentran un remanso para desconectarse de la vida agitada entre bosques de pinos, ríos y el dique San Jerónimo donde se pueden practicar actividades al aire libre como trekking o cabalgatas. También tenemos que resaltar que tenemos una gastronomía que va desde las minutas simples hasta la regional y gourmet con chefs premiados”.
Por su parte, la directora Melina Stanich hizo la invitación a los turistas a través de Estación Trip, con el fondo del Dique San Jerónimo como postal:
Entre los atractivos culturales distintivos de La Cumbre figura la casa museo del escritor Manuel Mujica Láinez. Se ubica en el barrio Cruz Chica, en un entorno bucólico de calles arboladas y casonas señoriales con enormes jardines. Se llama El Paraíso –nombre que ya tenía cuando la adquirió- y está tal cual la habitó hasta el 21 de abril de 1984, cuando falleció en su cama del dormitorio del primer piso.
La residencia de estilo español del año 1922 está rodeada por 2 hectáreas donde abundan las flores como las hortensias y frutales como decenas de ciruelos rocío de miel que se recorren entre caminitos escalonados.
Al interior de lo que fue la vivienda que el escritor habitó con su esposa Anita de Alvear, se accede luego de pasar por una escultura montada dentro de un cantero circular y pasando por el árbol que cobija los restos de Cecil, el perro compañero inseparable del autor, que dio título a su obra homónima en la que narra en tono de autobiografía novelada la vida en las sierras cordobesas.
La casa está repleta de objetos que coleccionó en forma ecléctica a lo largo de su vida y múltiples viajes por el mundo. Fueron necesarios 40 camiones para trasladarlos en 1969 cuando se mudó allí. Apenas se ingresa, a la derecha queda a la vista el comedor con la mesa puesta para 6 comensales con vajilla inglesa, dominado por un mueble de iglesia del año 1500 y un tapiz que recuerda el libro El Escarabajo.
La casa alberga la biblioteca personal de Manucho que distrubuye unos 12.000 ejemplares por distintos ambientes. Hay un salón que cumple la función de un living decorado con cuadros que retratan el árbol genealógico del matrimonio, entre los que destaca el de Ana de Alvear.
La residencia se divide en ambientes de verano e invierno. Es de particular encanto el “fumoir” donde se están las muñecas peruanas Chantay relacionadas con el mundo de la muerte, las tallas Shi – Pei del Tibet, imágenes religiosas, la colección de las cerámicas de los siete demonios y porcelanas chinas de la dinastía Ming del siglo XVIII, además de collares de Turquía y Grecia, hasta una colección de ceniceros de todo el mundo entre sillones amorosos y un ventanal con maceteros que da a los jardines.
En el primer piso, está el escritorio repleto de recuerdos personales como las cajas ordenadas alfabéticamente con su correspondencia, y al frente el dormitorio con ingreso al baño decorado con una serie de manos de significado fetiches y un baúl colorido pintado a mano.
Un patio de estilo andaluz con azulejos moriscos en las paredes da a otro ingreso a la residencia a través de un portón de rejas de diseño artístico.
Datos útiles: durante enero y febrero, todos los días de 10 a 13 hs y de 17 a 19 hs; valor entrada $200 mayores y $50 menores.
Sala Miguel Ocampo
Sobre la calle José Hernández 630 un portón conduce por un sendero que se abre entre flores y follaje a un jardín cuidado que concluye en un estanque con nenúfares. Es el camino hacia la Sala Miguel Ocampo, donde se exhibe la obra del pintor fallecido en 2015.
El artista nacido en Buenos Aires en 1922, vivió en La Cumbre en una casa contigua a la sala de exposiciones que se construyó especialmente para compartir al público el legado cultural de Miguel Ocampo. Las muestras se renuevan dos veces al año y se recorren con visita guiada.
El pintor y arquitecto había decidido destinar el espacio abierto a las visitas sus últimos años: “La sala me ha puesto en contacto con la emoción del público que no habla desde la crítica, tiene que ver con la espontaneidad de que descubre algo que no tenía, del que se encuentra con algo que no conocía, con una emoción muchas veces primera”, según había manifestado.
Datos útiles: durante enero y febrero se puede visitar de jueves a domingos y feriados, de 11 a 13.30 y de 18 a 20.30 hs; los menores no pagan entrada.
Un chiringuito de autor
La gastronomía de La Cumbre se reserva una perlita entre lo que parece una postal. Recorriendo los paisajes agrestes de la ruta 66 que une La Cumbre con Ascochinga, pasando por la Estancia El Rosario, se llega al Dique San Jerónimo. Allí sorprende el chiringuito de autor DiqueSí: una posta ideal para almorzar una minuta diferente como hamburguesas de oveja de un criadero de la zona; sándwiches veggie con productos del bosque nativo y una copa de vino de alta gama o aguas naturales frutadas. Todo ello en un deck con vista al dique o en el interior de un galpón recliclado y atendido por su premiado chef Santiago Blondel, premio Prix Barón B y mejor Chef cordobés, según Tripadvisor.