Córdoba

Alta Gracia: 429 años de historia, fe y cultura

(Por Patricia Veltri).-

La ciudad de Alta Gracia es un tesoro en sí misma, la única que creció como un anillo en torno a una estancia jesuítica, Patrimonio de la Humanidad declarada por la UNESCO. A través de sus calles se puede recorrer la historia, la cultura, el arte y la convivencia entre lo antiguo y lo moderno.

Cumple 429 años a partir de que se considera su nacimiento el documentado fechado el 8 de abril de 1588 firmado por el rey de España en el que otorga como merced las tierras que abarcaban la actual Alta Gracia a Juan Nieto en mérito a sus aportes para la pacificación de la zona, en tiempos de la conquista y enfrentamientos con los indios que la habitaban.

Ciudad vintage

De los jesuitas al Che, de las casonas de estilo inglés a las minimalistas de country que construyeron los cordobeses que la eligieron en los años 2000 como ciudad-dormitorio, de aristócratas que la frecuentaron a artesanos que montan sus puestos cada domingo en la plaza central, Alta Gracia abarca un abanico que le otorga la impronta de una ciudad vintage que convive con la historia, la cultura, el arte, lo antiguo y lo moderno, el colorido de un incesante vaivén de turistas y un entonto paisajístico pintoresco.

Atravesada por el río Anizacate, se ubica entre las Sierras Grandes y las Sierras Chicas (sobre las que se recuesta), en el Valle de Paravachasca, según bautizaron los indios comechingones a la región. En cambio, el nombre de la ciudad proviene del Santuario de Nuestra Señora de Alta Gracia que existe en Algarrovillas de Alconetar (España).

Su historia se remonta al año 1588, cuando las tierras de la zona fueron otorgadas por merced a Juan Nieto. En el siglo XVII, constituyó una de las grandes estancias jesuíticas.

Córdoba era en aquella época capital de la Provincia Jesuítica del Paraguay, que abarcaba los actuales territorios de Paraguay, Brasil, Uruguay, Bolivia y Argentina, conformando una red social, económica y cultural.

El origen de Alta Gracia como ciudad tiene la particularidad de haber crecido a partir de una estancia jesuítica, a diferencia de lo que sucedió con las demás que poseía la orden en la provincia.

En principio, los religiosos recibieron la propiedad en donación en el 1643, y desarrollaron un plan de construcciones funcionales a sus fines productivos. Así, levantaron la residencia (actual museo), un obraje destinado a la producción textil, la iglesia, un tajamar (dique de agua) y molinos harineros, entre otras construcciones.

Con la urbanización, el núcleo de la antigua estancia, con su tajamar, quedó en medio de la ciudad. La iglesia preside la plaza central y, contigua, la residencia que se puede recorrer como museo de interés arquitectónico e histórico. En una de las calles laterales, el antiguo obraje es sede de un colegio.

En 1810 la estancia fue adquirida por Santiago de Liniers quien vivió unos pocos meses en la casa, aunque quedaron sus hijos. En 1820 la compró José Manuel Solares y sus descendientes –los Lozada- la conservaron durante cien años. Ese último propietario había decidido en su testamento el deslinde de los terrenos que circundaban el casco para la creación de una villa. Así tuvo su origen la urbanización.

En 1969 la Nación Argentina expropió a sus dueños la residencia, la convirtió en museo, y como tal fue inaugurado en 1977.

En esta casa-museo hay una sala con maquetas que muestran cómo vivían los comechingones y cómo era la estancia en su totalidad. El resto de las habitaciones y sectores está ambientado con muebles y objetos que reflejan el trabajo en la antigua estancia y los hábitos de vida que tenían los cordobeses y serranos en los siglos XVII, XVIII y XIX.

El 2 de diciembre de 2000 la estancia de Alta Gracia fue declarada por la UNESCO Patrimonio de Humanidad, junto al legado jesuítico que integran las otras estancias y la Manzana de la Compañía (Iglesia, Capilla Doméstica, Residencia de los Padres, Rectorado de la U.N.C. y Colegio Monserrat).