Pernambuco, culto a los placeres
(Texto y fotos: Patricia Veltri)
El espíritu libertario se nota que quedó impregnado para siempre en los pernambucanos, al Nordeste de Brasil. Tal vez, el ícono de ese espíritu es que le rindan culto a la virgen Nuestra Señora de los Placeres. Dicen que donde se sitúa la iglesia levantada en su advocación, en el Parque Histórico Nacional de Guararapes, en Jaboatao, “nació la Patria” -el ser nacional pernambucano- cuando se libró la batalla final que expulsó a los holandeses que la habían dominado entre 1630 y 1654. Una cruz levantada sobre un pedestal de cemento -frente a la iglesia- marca el límite entre lo sacro y lo profano. De un lado, una impresionante ornamentación barroca resguarda imágenes, riquísimas obras de arte y las sepulturas de los héroes. Del otro, un mundo de sabores, ritmos y manifestaciones folclóricas, de colores estridentes que parecen no guardar reglas para combinarse, de cara al mar esmeralda. Palmeras, cocoteros y árboles de frutas tropicales que se extienden a lo largo de los 187 kilómetros de arenas blancas con 26º promedio en el aire y el agua, conforman el escenario que garantiza vacaciones todo el año en Pernambuco.
El punto de partida puede ser su capital, Recife. Fundada por los portugueses en 1537, allí conviven lo histórico y lo moderno. Fue sede del gobierno holandés en Brasil y escenario de las luchas libertarias.
Recibe un aeropuerto de tres niveles que parece un shopping: allí mismo se puede contratar todo para una estadía de vacaciones, elegir restaurante y hasta comprar los souvenires de regreso en alguna de las tiendas. El free shop parece un supermercado.
En Recife la playa es urbana: queda separada por un malecón donde se suceden puestos de frutas hiperperfumadas y de venta de agua de coco. Entre medio la avenida Boam Viagem, y de la otra vereda; edificios de más de 40 pisos, hoteles 5 estrellas, posadas, bares y negocios.
Arrecifes naturales –barrera de piedras que se parecen a la escollera de Mar del Plata- delimitan la zona hasta donde está permitido bañarse y surfear. Cruzando la barrera es dominio de tiburones.
Con un puerto natural y ríos que la recorren, una opción es conocerla desde una excursión en catamarán que pasa por debajo de puentes formando arcos y devuelve una postal sobre las márgenes de casonas y construcciones del siglo XVII muy similares a Amsterdam, aunque algunos la comparan con Venecia.
Un atractivo cultural es el Museo Brennand, un castillo de arquitectura medieval rodeado de jardines donde se exhiben las obras del artista plástico Francisco Brennand.
A puro playa
Si de playa y sol se trata, el lugar ideal resulta Porto de Galinhas. Se ubica a 60 kilómetros de Recife. Por tradición se acepta que el nombre proviene de la época en que se abolió la esclavitud –en 1880- cuando llegaban barcos con negros de contrabando. Se dice que se los ocultaba debajo de donde se exhibían gallinas traídas de África y la contraseña era “hay gallina en el puerto”.
Por capricho del mar, allí se forman piletas naturales de agua tibia y transparente, donde es posible nadar entre peces de colores. Es una experiencia atrapante tanto para grandes como para los chicos. De noche, las playas no están iluminadas (a excepción de la zona de bares en el centro): se las preserva porque las utilizan orondas las tortugas que eligen esas costas para desovar.
Hay distintas playas. Algunas quedan sobre los mismos hoteles resorts (complejos espectaculares con piletas, bares, restaurantes, tiendas, animación nocturna, actividades diurnas y spa donde, si se quiere, ni es necesario moverse) y otras un poco más alejadas. La manera de trasladarse es en buggys que funcionan como taxis. Uno de los lugares para visitar es una reserva donde nadan en piletas naturales hipocampos (caballitos de mar) que se ven a simple vista y cangrejos que se pasean por islitas que asoman en el mar. También, una playa donde se forman piletones con mayor profundidad y superficie de corales que parecen peceras. Quedan a unos 200 metros de la costa y se llega en unas balsas con vela que llaman jangadas. Metidos en el mar hasta la cintura, se puede alimentar a los peces con un balanceado que proveen los jangadeiros. También, con scafandra y snorkel se puede bucear entre los peces.
Paseo de compras
Porto de Galinhas es un buen lugar para dar rienda al paseo de compras. En una suerte de villa se concentran tiendas de souvenires, casas de cambio, cajeros automáticos, galerías con negocios y ferias de ropa donde es aceptado el regateo y se destacan las mallas, pareos, vestidos y remeras. También allí se ubican los barcitos donde cualquier noche hay música en vivo. Se imponen la cerveza y los tragos a base de cachaça como caipirinha y caipifruta y los jugos de frutas tropicales. También, los restaurantes tipo cantina con shows folclóricos que ofrecen aprender a bailar forró.
Ubicada apenas a 8º grados por debajo de la línea del Ecuador, en Pernambuco todo el año brilla el sol. Por si hiciera falta, su gente le suma calor. Por eso, cualquiera época de año, resulta ideal para poner proa al Nordeste de Brasil.





