ArgentinaNoticias

Tucumán, a través de la Ruta Nacional 40

En el corto tramo que la emblemática ruta atraviesa por la provincia norteña, abarca una vasta historia y cultura.

La historia de América, la cultura y la producción tienen cita alrededor de la Ruta Nacional 40 tucumana.

Los apasionados de las aventuras ruteras tienen en el tramo que pasa por Tucuman de la emblemática ruta que atraviesa la Argentina, la mayor concentración de sitios arqueológicos, emprendimientos productivos y hasta parte de la Ruta del Vino donde está la única bodega administrada por un pueblo comunitario. Es así que cultura, naturaleza y aventura concentran un recorrido de culto por los Valles Calchaquíes.

Los 41 kilómetros de la Ruta 40 en suelo tucumano, abarca la historia de América, la cultura ancestral y la vanguardia en emprendimientos productivos que hasta incluyen la Ruta del Vino de esta provincia.   

Cultura viva es lo que el viajero percibe cuando une cada pueblo y sus hacedores en la Ruta 40 tucumana. Desde Ampimpa, El Pichao, Amaicha del Valle, El Bañado, Talapazo, Quilmes y Colalao del Valle o a los propios Quilmes que mantienen hoy su asentamiento. No son pueblos con el diseño español de la plaza central y los edificios públicos, sino que las casas se mantienen con sus tierras y una amplia superficie. Todos junto a “La 40”, la historia de América en un viaje hacia nuestros antepasados.

Desde San Miguel de Tucumán, hasta la localidad de Acheral se suceden los campos que describe Atahualpa Yunpanki hasta llegar a la RP 307, que serpentea mientras trepa y se hace selva de montaña. Una hora más, llevará alcanzar otros pueblos con encanto de los valles Calchaquíes, al pie de la cordillera de Los Andes.

Muchos se acercan hasta la vecina localidad El Mollar, a 15 kilómetros, porque allí está el “Museo Arqueológico a cielo abierto Los Menhires”. Son medio centenar de piedras talladas de hasta tres metros de altura que pueden pesar unas cuatro toneladas, muchos le llaman menhires y otros, los denominan monolitos. Presentan formas amorfas y geométricas en sus caras y se calcula que datan de entre los años 820 a.C y el 780 d.C. Las incógnitas prevalecen y atrapan al visitante que intenta develar en vano las mil y una preguntas al guía de sitio.

Amaicha del Valle

La ruta 307 desde Tafi hasta Amaicha del Valle exige concentración. Son unos 50 kilómetros, pero entre el paisaje y el asfalto hay que estar atentos. Se llega hasta el famoso abra del infiernillo (3.042 msnm) y desciende por la cuesta de Los Cardones, donde cientos de cactus gigantes que parecen bajar del cerro en procesión, se erigen como centinelas a la orilla del camino hasta llegar al pueblo.

Amaicha es uno de los lugares mágicos, que nos lleva hasta la traza de la mítica Ruta 40 en Tucumán. Cuando ingresamos por sus calles, en las antiguas casas podrán ver los dinteles de madera de cardón sobre las puertas y al llegar a la plaza hay un cartel que anuncia 365 días de sol y en otro está el croquis para seguir caminando.

Otra de sus particularidades es que, si bien se celebra el día de La Pachamama el primer día de agosto, como en todas las provincias del Norte y de la Argentina, aquí también cada mes de febrero se realiza el Festival a la Madre Tierra. Es en este festejo, en época de carnaval, cuando el pueblo se tiñe de color y costumbres ancestrales. La plaza se colma de un ambiente festivo. Alrededor de la plaza converge una feria de comidas y productos regionales, artesanos, agrupaciones musicales, delegaciones gauchas y bailarines. El evento prioriza a la mujer y distingue la sabiduría de la más anciana que es elegida como representante de La Pachamama. También se se elige a la Ñusta, que representa la fertilidad; al Yastay, deidad protectora de los animales; y al Pujillay, espíritu del diablillo del carnaval.

Los valles calchaquíes están alimentados por los minerales de las areniscas, arroyos, vertientes y ríos que convierten a esta región en un sitio de producciones de excelencia. Será esta la razón por la que las primeras bodegas resaltaron su arquitectura con el telón de fondo de las montañas y se lucen inmersas en el paisaje típico de los valles. Un microclima equilibrado y un suelo purísimo hicieron que, los pimientos, los frutales, los pequeños ganados, sean el sustento y alimento de las gentes de estos lugares. Pero, sobre todo, la uva tucumana para vitivinificación, es hoy parte de la vanguardia productiva y un atractivo turístico imperdible con la Ruta del Vino tucumano.

En Amaicha del Valle, existe la única Bodega Comunitaria de Sudamérica administrada por su pueblo originario. En homenaje a su historia y cultura la bodega está diseñada emulando las unidades habitacionales propias del período prehispánico. Siguiendo la técnica del pircado, los recintos son circulares e interconectados, tal como perfilan las casas de piedra original y hasta los restos que pueden observarse en los sitios arqueológicos.  Este estilo de construcción indígena está fuertemente caracterizado por la relación del hombre con la naturaleza, proveedora de las materias primas utilizadas. En la actualidad la bodega, posee dos etiquetas con nombre en lengua Cacán. “SumajKawsay” (El Buen Vivir), y “KusillaKusilla” (Ayúdame, sé generosa) expresión habitual en la invocación a la Pachamama.

La fuerza de la historia. De las guerras calchaquíes y de los habitantes diaguitas de este suelo se perciben en cada piedra de la Ciudad Sagrada de los Quilmes y es adonde todos quieren llegar cuando emprenden una recorrida por la mítica Ruta 40. Se trata de uno de los sitios arqueológicos más importantes del Norte argentino, que atrae visitantes de todo el mundo y convierten a la travesía en una experiencia que une pueblos, culturas e historias.

Eb 2010 la familia Spaini se enamoró de este terruño y diseñaron su proyecto vitivinícola en unas 13 hectáreas con cepas Malbec y Cabernet Franc, y luego con un torrontés ligero. Hoy llegan a las 120 hectáreas al pie del cerro de La Mina (4762,snm) donde se erige Finca Albarossa con su hotel boutique sinónimo de paraíso y relax y donde además, “pusimos olivos alrededor del hotel porque está relacionado con este cultivo en Italia”, dice el dueño que desde el establecimiento, en el kilómetro 4.282 de la RN40.

Los ceramistas, los textiles, las travesías en 4×4, cabalgatas, senderismo y los distintos recorridos llegan literalmente hasta el cielo, porque muy cerquita, a 24 Km. de la Ruta Nacional 40 tucumana, está Ampimpa con su observatorio astronómico, uno de los mejores para su observación en este 2021.

El Pichao, Talapazo y Colalao del Valle son parte del universo rutero en estos valles calchaquíes tucumanos donde el turismo rural, el turismo rural comunitario; ruta del vino, los productores de nueces, dulces artesanales y cada comunidad abre sus puertas para ofrecer momentos únicos plenos de cultura, historia y naturaleza.

Muchos viajeros intentan recorrer en un día esta travesía, pero los valles calchaquíes atrapan y sugieren disfrutar de la tranquilidad de cada lugar. Una mixtura imperdible entre el terruño, la arquitectura, los aromas, colores y sabores de este territorio que imprime la fuerza de la historia.

Más información: www.coe.tucuman.gov.ar; www.tucumanturismo.gob.ar 

Deja una respuesta