Córdoba

La Cumbre: el encanto de la ceremonia del five o’clock tea

El legado inglés de los trabajadores del ferrocarril que se establecieron en La Cumbre durante la década de 1890, impregna a la localidad de Punilla desde la arquitectura de sus casas centenarias, el club house del Golf, pero también en las tradiciones, como el five o´clock tea.

La Cumbre está ubicada a 96 kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba, en el punto más alto del valle y de ahí su nombre. Entre sus callecitas zigzagueantes y onduladas, rodeadas de sierras, se distribuyen las casas de té que forman un circuito imaginario.

Costará decirse en cuál sentarse una tarde poco antes de la caída del sol a disfrutar de un humeante té acompañado de pastelería casera porque cada una tiene su impronta.

Entre las magníficas propuestas enumeramos cinco para tener en cuenta al momento de esta dificíl decisión, o mejor aún, por dónde empezar.

Gracias por venir: ubicada en el centro de La Cumbre, su joyita son los scones caseros y las mermeladas también caseras.

Punto Cumbre: ubicada en el centro, sobre calle Belgrano, es un clásico donde son imperdibles sus budines y alfajores de la pastelería que ofrece en su carta.

Dani Cheff, la casa tradicional de La Cumbre desde el año 1982. La especialidad son las conquillas (elaboración a base de una suave masa de manteca con dulce de leche) y una variedad de tortas y tartas artesanales.

Viva La Pepa: una casa de té armada en un vagón de tren adaptado. Su propietaria pastelera propone gran variedad en tortas y tartas y medialunas en un ambiente distinto.

El Mercado de Pilar, al lado del Museo de Motos, en el Barrio Cruz Grande. La propuesta son las galletas suizas brislé, la torta galesa y sus mafaldas gigantes, como parte de un servicio de té en el que comen 6 o 7 personas.

Para ampliar la información, se puede recurrir a las informante de la Secretaría de Turismo, en pleno casco céntrico, que funciona en la que fue la estación de trenes que dio origen a todo este legado. En la entrada, recibirá imaginariamente el escritor Manuel Mujica Láinez, con su perro Cecil echado a sus pies; en rigor, se trata de una escultura que homenajea a uno de los habitantes ilustres de La Cumbre, que la adoptó para vivir y por supuesto, disfrutar de sus tradiciones.

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